Ya no queda honor.
El ser humano se dedica a matar a distancia.
¿La tecnología nos ha vuelto cobardes, o los cobardes han creado la tecnología?
Quién sabe.
De todas formas ya no se puede recuperar lo perdido, y el orgullo del hombre desapareció hace muchos años.
Solo los más grandes han sido recordados por su valor, y para llegar a lo que fueron debieron renunciar a todo.
¿Merecería la pena renunciar a la infancia para llegar a ser dioses?
Pero los auténticos dioses no tienen niñez, nacen como tales.