Amanece.
El horizonte comienza a iluminarse.
La hoguera está apagada. Debió extinguirse durante la noche. Se incorpora, aún sentado mira a su alrededor.
Todavía hay un pedazo de carne que por la noche dejó al fuego, pero ya está carbonizado.
"Si te expones demasiado al ardor, te consumes", piensa.
El cielo está despejado, y el sol brilla. los animales comienzan a despertar. Los pajaros cantan, y su alegre melodía marca el comienzo de lo que será un buen día.
Se despereza. Se levanta, carga su arma a la espalda y reemprende su camino.
Pero algo falla.
Se siente raro. Algo le perturba.
Suspira...
Jamás lo había hecho de este modo, pero mira atrás. Todo lo que ha dejado a sus espaldas, por algún motivo, lo añora.
No lo comprende. Siempre ha estado orgulloso de cada paso que ha dado. Le ha hecho convertirse en quién hoy es.
Su vista se posa en el pedazo de carne quemada sobre la apagada hoguera, y sus pensamientos se aclaran.
No añora su pasado. No se arrepiente del camino que tomó. Tan solo ansía el calor del hogar, aunque pueda llegar a quemar; el calor de una mujer, aunque pueda llegar a abrasar.
Ya conoce lo que se siente, y su piel arde solo de recordarlo.
Pero tampoco se arrepiente de haber renunciado a aquello, pues le ataba a un compromiso que no había escogido, y tan solo coge las cuerdas que decide, aunque algunas, a veces, se le resbalen de las manos.
Pero son las seis de la madrugada, y ya le duele la cabeza.
Prefiere concentrar su cuerpo en las misiones. Deshacerse de su premeditación unívoca y desplegarse pluralmente hacia otros parajes.
Porque lo unívoco, lo uno, lo permanente, ya no existe en este mundo.
"La caballerosidadd, el honor, el valor, la lealtad, el amor incondicional, la entrega ciega. Todo ha muerto.
La vida es una maldita canica con la que alguien juega.
Solo nos tenemos a nosotros mismos."
Un Dios, al que ya no reza.
Una fe, en la que ya no confía.
Un amor, traidor y que castiga con dolor.
Un minuto, en el que entregarse al placer vital y consumirse entre sus estrecheces.
"Ojalá fuese tan fácil", piensa.
El corazón llena de sangre sus arterias, pero con cada latido, cada pulso, se vacía.
El flujo hincha sus vasos, le da vida, le excita, pero a la vez va perdiendo la vitalidad de su corazón.
El horizonte comienza a iluminarse.
La hoguera está apagada. Debió extinguirse durante la noche. Se incorpora, aún sentado mira a su alrededor.
Todavía hay un pedazo de carne que por la noche dejó al fuego, pero ya está carbonizado.
"Si te expones demasiado al ardor, te consumes", piensa.
El cielo está despejado, y el sol brilla. los animales comienzan a despertar. Los pajaros cantan, y su alegre melodía marca el comienzo de lo que será un buen día.
Se despereza. Se levanta, carga su arma a la espalda y reemprende su camino.
Pero algo falla.
Se siente raro. Algo le perturba.
Suspira...
Jamás lo había hecho de este modo, pero mira atrás. Todo lo que ha dejado a sus espaldas, por algún motivo, lo añora.
No lo comprende. Siempre ha estado orgulloso de cada paso que ha dado. Le ha hecho convertirse en quién hoy es.
Su vista se posa en el pedazo de carne quemada sobre la apagada hoguera, y sus pensamientos se aclaran.
No añora su pasado. No se arrepiente del camino que tomó. Tan solo ansía el calor del hogar, aunque pueda llegar a quemar; el calor de una mujer, aunque pueda llegar a abrasar.
Ya conoce lo que se siente, y su piel arde solo de recordarlo.
Pero tampoco se arrepiente de haber renunciado a aquello, pues le ataba a un compromiso que no había escogido, y tan solo coge las cuerdas que decide, aunque algunas, a veces, se le resbalen de las manos.
Pero son las seis de la madrugada, y ya le duele la cabeza.
Prefiere concentrar su cuerpo en las misiones. Deshacerse de su premeditación unívoca y desplegarse pluralmente hacia otros parajes.
Porque lo unívoco, lo uno, lo permanente, ya no existe en este mundo.
"La caballerosidadd, el honor, el valor, la lealtad, el amor incondicional, la entrega ciega. Todo ha muerto.
La vida es una maldita canica con la que alguien juega.
Solo nos tenemos a nosotros mismos."
Un Dios, al que ya no reza.
Una fe, en la que ya no confía.
Un amor, traidor y que castiga con dolor.
Un minuto, en el que entregarse al placer vital y consumirse entre sus estrecheces.
"Ojalá fuese tan fácil", piensa.
El corazón llena de sangre sus arterias, pero con cada latido, cada pulso, se vacía.
El flujo hincha sus vasos, le da vida, le excita, pero a la vez va perdiendo la vitalidad de su corazón.
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