El tiempo y la soledad han sido usados por el guerrero, y su herida mortal va curándose, pero él sabe que no desaparecerá. Quedará una cicatriz visible, que sus adversarios podrán usar en su contra, y en cualquier momento volverá a sangrar.
Pero ahora está prevenido. Su ángel le ha tendido la mano, y aunque sabe que la dependencia es traidora, su propia conciencia jamás le ha engañado, por lo que confía plenamente en si mismo.
Usará su mente como venda para curar su corazón en el momento en que sea necesario.
Porque lo será.
Él sabe que el ser humano es traidor, y que no debe confiar en ellos.
Pero no le queda más remedio, pues la vida es demasiado dura para un ser de cuerpo blando, sin importar lo fuerte que sea su espíritu.
En el momento de su camino en que renunció a su demonio, escogió la senda de la luz, pues es consciente de la debilidad de aquellos que le acompañan, y sin embargo, sabe que cuando él mismo se sienta flaquear, sus amigos le ayudarán.
No ha tenido jamás familia, pues los lazos humanos le debilitan, y prefiere depender de si mismo, pero en su viaje aprende que las propias debilidades son las fortalezas de los demás, del mismo modo que donde los demás fallan, él no duda.
Por ello viaja con su hermano, fuerte y sabio, al que le confiaría su acero, y su hermana, consciente de la realidad, pero capaz de ver más allá. Capaz de hacer que te confíes, y cuando no te lo esperas, tu sangre se congela al contacto con el frío suelo... Sanguinaria, sin piedad. Me encanta.
A ellos les confía su vida, pues se lo han ganado a pulso.
Con su ayuda ha sido capaz de avanzar, a pesar de las piedras y heridas que la han hecho caer y sufrir en su camino, alguna causada incluso por ellos mismos, pero su mera compañía basta para compensarlas.
Y en su búsqueda, el guerrero avanza, escribiendo lo que su corazón dicta, sin importarle lo que los demás opinen, pues cada uno es dueño de si mismo y de su razón.
Relatando sus sentimientos, el guerrero se siente libre, como cuando empuña su espada para combatir al mundo.
Pero es descuidado, y pierde las hojas de sus relatos.
Aquellos que las encuentran las leen, y sin motivo se dan por aludidos, pues su cinismo no les permite ver que no son el objetivo de esos versos.
Cada uno ha de conocer su propio lugar.
Pero ahora está prevenido. Su ángel le ha tendido la mano, y aunque sabe que la dependencia es traidora, su propia conciencia jamás le ha engañado, por lo que confía plenamente en si mismo.
Usará su mente como venda para curar su corazón en el momento en que sea necesario.
Porque lo será.
Él sabe que el ser humano es traidor, y que no debe confiar en ellos.
Pero no le queda más remedio, pues la vida es demasiado dura para un ser de cuerpo blando, sin importar lo fuerte que sea su espíritu.
En el momento de su camino en que renunció a su demonio, escogió la senda de la luz, pues es consciente de la debilidad de aquellos que le acompañan, y sin embargo, sabe que cuando él mismo se sienta flaquear, sus amigos le ayudarán.
No ha tenido jamás familia, pues los lazos humanos le debilitan, y prefiere depender de si mismo, pero en su viaje aprende que las propias debilidades son las fortalezas de los demás, del mismo modo que donde los demás fallan, él no duda.
Por ello viaja con su hermano, fuerte y sabio, al que le confiaría su acero, y su hermana, consciente de la realidad, pero capaz de ver más allá. Capaz de hacer que te confíes, y cuando no te lo esperas, tu sangre se congela al contacto con el frío suelo... Sanguinaria, sin piedad. Me encanta.
A ellos les confía su vida, pues se lo han ganado a pulso.
Con su ayuda ha sido capaz de avanzar, a pesar de las piedras y heridas que la han hecho caer y sufrir en su camino, alguna causada incluso por ellos mismos, pero su mera compañía basta para compensarlas.
Y en su búsqueda, el guerrero avanza, escribiendo lo que su corazón dicta, sin importarle lo que los demás opinen, pues cada uno es dueño de si mismo y de su razón.
Relatando sus sentimientos, el guerrero se siente libre, como cuando empuña su espada para combatir al mundo.
Pero es descuidado, y pierde las hojas de sus relatos.
Aquellos que las encuentran las leen, y sin motivo se dan por aludidos, pues su cinismo no les permite ver que no son el objetivo de esos versos.
Cada uno ha de conocer su propio lugar.
Sinceramente, sublime.
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